Existo en una realidad meramente visual, llena de pasatiempos y distracciones, con reglas pensadas por años para evitar la anarquía y el desenfreno, en donde casi todos los seres siguen la norma como lección aprendida desde pequeños, mediante breves dosis de urbanidad y exiguos conocimientos mal aprendidos por sus pedagogos. El tiempo transcurre mientras la totalidad divaga inmersa en la gama de distracciones, relegándose a ser espectadores sedentarios del porvenir, justificando su existencia en efímeros fines; esos que han sido establecidos como objetivos finales por el pensamiento colectivo, todos esos justificativos para evitar la soledad, para no dejar que nos ocupemos en pensar y nos mantengamos viajando dentro de los ruidosos vagones de la sociedad. Evidentemente, el ruido acalla nuestros pensamientos. Incluso como dijo Montesquieu, entre menos piensa el hombre, más habla; yo agregaría que mas habita dentro del ruido mientras menos se interesa en pensar. Mientras que